No hay peor ceguera que aquella que los seres humanos tenemos desde el alma. Es cuando no tenemos conexión con nuestro interior. Es como si nos convirtiéramos en autómatas, que simplemente llevamos a cabo las acciones, nuestros hechos y todo cuanto ocurre, simplemente pasa pero es como si no reaccionáramos ante lo que las ante nuestros ojos, por más grave o inaudito, simplemente nos vemos haciendo cosas que no forman parte de nuestra costumbre. Y aún así, seguimos adelante, sin saber, qué consecuencias nos traerá. Muchas veces no podemos saber qué nos despierta, hasta que llega un momento, en que la mano de Dios interviene, que de no haber sido así, quizás nunca hubiéramos despertado de ese letargo. De alguna manera, Dios nos regala y nos abre la conciencia que nos permite conectarnos con El y transformar quienes somos. Por eso debemos dar gracias, porque ninguno puede saber qué destino hubiere sido de no haber sido por esa pared u obstáculo que permitió el Todopoderoso para que al darnos con ella. pudiésemos reflexionar para crecer y no seguir el camino de la ceguera construida por el ego.
