“Debe haber equilibrio perfecto entre resistir y persistir cuando debamos alcanzar una meta. La mayoría de las carreras que sudaremos, son carreras lentas, con obstáculos, algunos inesperados, donde el primer rival es un pensamiento derrotista, estancado en el ángulo de una indecisión.
Saber lo que eres capaz de lograr con tus fuerzas y lo que Dios quiere y puede darte, es imperativo, pues tu límite es Su punto de partida. También te aseguro que, persistir es intrínsecamente un acto de fe, un perseverante jamás será un desertor.
Cuando un hombre sabe lo que quiere, es indetenible, utiliza cualquier medio posible; pero cuando un hombre conoce la voluntad divina para sí, es invencible! Equilibrio es persistir hasta que la duda agonice y resistir ¡hasta que Dios obre!”. (Cosme).
Claro que hay días en que son más duros que otros. Algunos que te motivan y te hacen saber que es posible continuar y no desfallecer. Hay que te muestran y te recuerdan que el poder divino está presente porque realidades que hoy se hacen para ti, solamente serían posible si Él ha estado ahí. Es ahí que muchas veces sin tener que emitir palabras, sabemos que todo fue obra de su mano. Cuando podemos sostenernos ante obstáculos que la fiereza humana ha sucumbido, sabemos que Él ha estado escuchando nuestras oraciones. Cuando podemos sentir paz en medio de angustias y tormentas, no miremos hacia otro lado porque Él está sanando y levantándose para evitar que nos quedemos en el suelo. Aún en medio de tormentas, Él permite que puedas renacer y llevar luz no solo a ti mismo, sino a todo aquel que lo requiera. A veces el valor que requerimos para enfrentar toda situación, solamente puede provenir de quien te brinda el aliento que no eleva el espíritu.