Hay ocasiones en que crecemos y nos transformamos no porque lo hayamos pensado ni planeado, simple y sencillamente, ha llegado algo a tu vida; ha sucedido algo en ella; algo te ha impactado; o es con que te llega sin que haya sido controlado por ti. En cada una, te aseguro que Dios ha querido que te detengas en eso que no te ha estado haciendo bien; en eso que no has estado actuando acorde el camino que Él desea para ti. De una forma o de otra, busca hacerte reaccionar y que no sigas quedándote en ese hoyo del cual te has metido pensando que podías controlar y hoy te das cuenta que ha sido tu dolor de cabeza o será tu perdición. Simplemente busca que a través de lo que estás pasando, despiertes desde el alma y puedas ver con ojos de conciencia, qué tan mal vas si sigues dejándote guiar por el ego y no por el llamado que Él te hace. Busca moldear ese temperamento; esa actitud negativa; ese mal carácter; o ese proceder que has ido adecuando en tu mente como bueno, pero que en el fondo sabes que no es así. Él busca que te cuestiones todo aquello que no te ha permitido mejorar quien eres. Hoy en el Evangelio, Jesús le pregunta a uno de sus discípulos, ¿quién considera la gente que es Él? Hoy deja que Dios te vaya puliendo en alguien mejor de lo que eres hoy y puedas ver desde el corazón, aquello que necesitas ver y muchas cosas no te lo han permitido.
Si José cuando fue abandonado por sus hermanos y dejado en aquel hoyo. Si hubiera quedado con toda la ira y el odio que le había resultado el haber sido alejado de su familia, no habría sabido valorar lo que posteriormente Dios le regaló en bendiciones. A veces debemos ver qué es lo realmente importante y que es aquello que te hará mejorar y salir de tu hoyo.