Producción

Una producción de Lucía Medina para Al final de la Tarde con Jordi.
Programa Nominado a Premios Gardo 2020, en Actualidad, Región Norte

miércoles, 7 de febrero de 2018

Reflexión del Día

No escapamos de la mirada de Dios, aún nuestro respirar, la sincronía de nuestro pulso con el suyo está absolutamente monitoreado, porque nos ama, nos cuida, nos cela, ¡somos su palpitar! Nacimos para reflejar esa luz única que proviene de su corazón. Fuimos creados para que cielos y tierra tocaran la nobleza divina desde nuestro accionar, para que su corazón llegara a cada rincón del universo. Hizo su amor humilde, humano, niño. Cada uno viene perfecto a esta tierra, pero nos descodifican, nos sacan el chip de la inocencia y nos ponen el del bien y el mal para que demos frutos ácidos. Traemos su rostro a este mundo, su aroma, su ternura, su pureza. La cara de la integridad y la bendición a esta vida… ¡Somos su referente!”. (Cosme). 

Lo hemos escrito anteriormente, muchas veces, Dios nos ofrece el libre albedrío para que, a pesar de su poder, nos permite incluso que no lo tomemos como su camino ni opción. De diversas formas nos indica que estemos alerta porque es fácil desviarnos y perder su guía y luz. De forma diosidente, esta reflexión tiene mucho que ver con el evangelio de hoy, en el que más o menos Jesús dice sobre la pureza o no e indica: “lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre. De dentro del corazón del hombre salen los males que contaminan su interior y lo debilitan. Todas estas maldades salen de dentro. No hay nada afuera del hombre que al entrar en él, pueda contaminarlo, sino lo que sale de dentro”.

Está en nosotros qué hacemos con lo sentimos y tenemos por sentimientos y pensamientos. Es por eso qué hay es una decisión nuestra de que deseamos que permanezca en nosotros, o su luz o que dominen otras fuerzas. Está en nosotros si a pesar de lo que atravesamos, estamos dispuestos, reconociendo lo que tenemos, de seguirlo buscando a Él para no caer; seguir debilitando nuestra fuerza interior; para no seguir en las garras de la oscuridad. La palabra de miles de años se cumplen de forma tan real, que por eso el Hijo de Dios nos sigue hablando. Está en nosotros si lo escuchamos y dejamos que entre en nosotros para ayudarnos y curarnos o darnos la fortaleza que requerimos.