A veces debemos preguntarnos, ¿qué tipo de fe somos capaces de tener? Una ¿cuando estamos en las buenas? O aquella ¿cuando nada vemos alcance nuestro o podemos controlar? ¿Somos como el ciego del Evangelio de hoy? ¿Que llamó incesamente a Jesús por su nombre, clamó, luego le reconoció como Dios?. Lo que ni siquiera sus propios discípulos aún veían. ¿Somos así?
Muchas veces aquellas cosas que no se ven son más importantes que las que se ven. Por eso la confianza y fe en Dios,. Es la misma que debemos mostrar y ofrecer a los demás.
“El Apóstol Pablo, en sus iluminadas palabras a los Corintios, deja entender que las cosas no son tan reales como se aprecian: “No Mirando nosotros las cosas que se ven, sino a las que no se ven…”; El ojo echa un vistazo, el alma redimida tiene una visión. Y es que en Dios lo que parece malo termina siendo aquello que nos lleva a ver lo bueno, que lo vigente por firme que parezca no es permanente y aún lo permanente puede ser removido por el dedo divino”. (Cosme). Cree y confía. Y transite eso mismo tú a quienes amas y te rodean.
A veces el batallar desgasta y te agota. Crees no poder seguir adelante. La única fuerza que te puede hacer permanecer o resistir o no provocar desaliento en ti, es saber que has depositado toda tu confianza en Jesús. Solo Él te permite tomar nuevas fuerzas.
Para quienes creen llevar una lucha imposible a sus ojos humanos o que crea temor, recuerda que a veces debemos aprender asumir la paciencia de Job. A veces debemos ver qué quiere Dios mostrarnos y enseñarnos para que evitemos caer en cosas peores o que podamos perdernos más en el camino que estamos o reconozcamos su presencia que lo hemos tenido alejado con nuestro comportamiento o actitud.