Hay momentos en que hay pruebas que nos cuestionan en la fuerza de nuestra fe. A veces nos hace hasta dudar y preguntarnos si Él está ahí con nosotros. Pero algo que no debemos hacer o por lo menos hacerlo un pensamiento incrustado en nuestro corazón y es cuestionar a Dios. Alguien nos dijo hace años que sentía que Dios le había cerrado las puertas porque sentía que no le escuchaba ante sus reclamos. Le dijimos: que somos nosotros que le cerramos el paso a Él para que siga llegando a nosotros, sea para que nos ayude a liberar cargas; para que nos perdone y podamos perdonarnos a nosotros mismos: para que nos brinde fortaleza para enfrentar toda situación; que nos ayude con su compasión.
Nada hacemos con abrigar el temor y la ansiedad en nuestro caminar, eso lo hacemos cuando vamos ausente de Él pensando que todo lo podemos nosotros mismos, no queremos dejar el control que tenemos a todo. A veces Él tendrá el silencio para responder, otras, nos muestra una razón para que veamos su propósito; pero Él tiene su manera para no fallarnos. Siempre debemos depositar nuestra confianza sobre el Altísimo. Ten confianza en algo, Él siempre ha estado y estará aquí contigo, hará que eso que hoy atraviesas y por lo que luchas, se convierta en algo mejor. Dale su oportunidad todo será para bien, aprendamos las lecciones que Él nos da como sabiduría y seamos corazones llenos de su amor. Escuchemos en el silencio y veamos sus señales en la adversidad.
En este casi finalizando el sábado santo, nos podamos tomar un momento de reflexión, no debemos olvidar su entrega por cada uno, que hace tantos años el Hijo del Hombre nos mostrará. Qué mejor manera de hacernos ver que más que el odio y la ira; el amor y la entrega ofrece mayor felicidad y libertad. Que para Él importa mucho qué nos motiva y qué nos mueve cada día. De no tener esa inspiración, cuidado de buscarla fuera de su deseo y propósito. Permite que la necesidad que tengamos de su presencia sea mayor que todo aquello que busca alejarnos de su camino.