“Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males. Volverás a darme vida. Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra”. (Salm.21:20)”,
No hay mejor manera de darnos cuenta de algo que el reconocimiento que puedas tener sobre ti o alguna situación. No hay mejor manera de enfrentar ciertas cosas sino es pasando de la palabra a los hechos. Y de nada haces para adquirir fuerza sino decides confiar en quien puede ofrecértela. Lo mejor que puede sacar un ser humano es cuando adquiere conciencia de lo que puede hacer por si mismo y por su bienestar interior y exterior, sin caer en el egoísmo, porque aprende a valorarse y a la vez respetar a los demás y amarlos, sin dejar de tener su amor propio.
Él espera de nosotros que nos conduzcamos confiados en su control no en el nuestro. Que caminemos con su verdad, no aquella que maquillamos o que deseamos mostrar en apariencia a los demás para no quedar mal. Él espera que al seguir su camino nos decidamos realmente, pero sin la intención de seguir dominando lo que sucede a nuestro alrededor. Él espera de nosotros que aprendamos de nuestras lecciones y la de los demás sean espejos, para no caer en los mismos yerros nuestros y ajenos. Que sepamos que Él está ahí junto a nosotros y es esa vocecita que nos habla recordándonos que vamos haciendo o que no; y es la misma que luego nos impacta cuando solemos desoírla. El único que puede con amor liberarnos de todo mal y nos puede dar la fortaleza y decisión para ver a la cara al fantasma y enfrentarlo, es El Altísimo. Seamos agradecidos con todo lo que nos ofrece y aprendemos a ver sus mensajes en cada detalle e instrumento que utiliza para llegar a ti y recordarte que no estás solo y que no desea que pierdas el camino.