"Un corazón sabio solo hospedará a la ilusión por una corta estancia, ¡a la fe le entregará una fortaleza y al amor un palacio! Y es que el corazón no fue diseñado para lo pasajero, sino para las propuestas eternas, de ahí que el amor es la mayor de ellas. El amor se compromete tan gustosamente, que lo hace para siempre, no duda, no busca excusas ni alternativas, sabe lo que quiere y paga todo con tal de obtener aquello que es todo para él.
¡Amar es sembrar un corazón dentro de otro corazón! ¡Es creer que florecerá la primavera en tu alma y fructificará la felicidad en tu vida! Por ello, la sabiduría que nace del amor es la más grande de todas” (Cosme).
La mayor muestra de amor que nos legó nuestro Señor fue entregarnos a su Hijo, pero primero permitió que nos mostrara la forma en cómo llegar a Él y que era posible desde ese bello sentimiento y a través del corazón hablar con Él. A veces nos perdemos cuando los seres humanos permitimos que el orgullo y la soberbia se interpongan en el camino o en nuestra relación con el Altísimo y evitamos que exista conexión. Es fácil perder el sendero que nos une si dejamos que no sea Él quien conduzca nuestras vidas, cuando seguimos pensando que todo lo podemos sin su ayuda. Por algo debemos tener presente que teniendo al Todopoderoso en nuestro interior, es poseer una fortaleza que no permitirá que nos debilitemos y mucho menos que nos desorientemos.