A veces se piensa que nadie aprende de las experiencias ajenas o de otros. Sin embargo, muchas veces el poder divino las coloca frente a ti para probar tu fuerza de fe y sabiduría o si lo que prima más en ti, es el poder de la soberbia y el orgullo o la inconsciencia. Lo ideal fuera que no esperábamos a que no sucediera como al discípulo Tomás, que necesitaba ver para creer en la presencia de un Jesús vivo y que lo sientes desde dentro y no necesitas verlo ni palparlo. A veces la experiencia nos muestra cómo se impone ante nuestra ceguera para que aprendamos aún sea a las malas, lo bueno es que podamos aplicarlo para mejorar. Solo Jesús es capaz de hacernos transformar hasta nuestra terquedad.
