A veces no nos damos cuenta de qué tan fuerte es la presencia de Dios en nosotros hasta que te das cuenta que sin su ayuda fuera posible seguir adelante. Bien lo dicen las Escrituras, “el hombre es solo un soplo”. Haciendo el símil, no de que no podamos enfrentar las cosas de la vida, sino que sin su guía, no somos nada. Somos presa fácil a ante cualquier tentación, cuando decidimos alejarnos de su lado y creemos que podemos tener el control en todo y luego nos percatamos de que solo Él tiene esa fuerza; cuando jugamos a que todo lo tenemos calculado y que nada puede salir fuera de nuestros planes, nos damos cuenta que toda planificación sin Él, es y se vuelve nada y está cimentado sobre barro; cuando hemos permitido que aquello que entre en nosotros sean pensamientos o sentimientos que nos afecten el interior y andemos sin luz y en un mar de confusiones.
Te das cuenta de la presencia del Altísimo cuando te habla y te quiere hace ver a través de las mismas pruebas, la gran lección que necesitas aprender para levantarte con mayor esperanza y te dice una y otra vez, la misma frase o mensaje, enviado por diferentes vías. Somos nosotros quienes cerramos nuestros corazones a todo lo que El quiere expresarnos y a hacernos ver que nos vamos a solas.