Bien se dice que “somos todo aquello que pensamos”. Muchas veces nos dejamos llevar de lo que nuestros pensamientos nos ordenan, pero hay ocasiones en que los mismos nos traicionan o trabajamos con medias informaciones que tenemos a mano. O ellos se convierten en nuestros peores enemigos y nos conducen a ser sus esclavos y pueden martirizar nuestras vidas. Y por ende nos afecta en nuestras emociones y debilita nuestros corazones y el ánimo de espíritu que podamos tener.
No olvidemos que quien puede curar nuestras heridas es el mismo que nos da la fuerza para levantarnos y seguir creyendo en nosotros mismos y en su presencia. Por medio del Padre es que podemos atravesar por cualquier prueba y salir ilesos pero transformados; cuando en Él depositamos confianza nunca nos deja varados. Nos hace mejores seres humanos. Él es quien nos salva y nos redime. No nos apartemos del árbol que nos cobija junto a su bendición.