Tan pronto como al apóstol Pablo le fueron quitadas las escamas de los ojos por medio de la oración del profeta Ananías, su carácter colérico, inclinado a perseguir los cristianos, fue usado por Dios con la misma o mayor energía para protegerlos, levantarlos y convertirse en un multiplicador masivo de grandes discípulos de Cristo.
El hombre que no tenía piedad para decir… ¿a quién hay que matar? Cuando se rindió al Señor lo dejó dicho todo con esta frase: “¡El amor todo lo soporta!”. (Cosme).
Solamente cuando permitimos que un corazón rendido a los pies del Señor, tanto en la oración como en la acción puede lograr mirar con otros ojos e incluso puede derribar todos los obstáculos que hasta en sí mismo ha tenido previo a tener un interior dispuesto. Cuando tienes tu confianza depositada en su voluntad, son muchas las respuestas que tienes de Él solamente debes permitirle que Él actúe y que llegue a ahí, donde hasta ahora te había estado resistiendo a dejarlo entrar. Todo es posible con un corazón agradecido, abierto y dispuesto para amar y ser amado.