A veces solamente nos concentramos en nuestros problemas. Creemos y llegamos a pensar que los nuestros son los mayores. Que nuestras cargas son las más pesadas y solamente pensamos que el mundo gira en torno a nosotros mismos. Cuando somos capaces de visualizar más allá de nuestras narices y pensar con el corazón y ver desde ahí las necesidades o situaciones que pueden tener otros. Que seamos capaces de mirar a quien sufre; o necesita un consejo; o un apoyo; o ayuda: estamos mirando o escuchando con los ojos de Dios y no caemos en el puro egoísmo.
Quiero dedicar esta reflexión a una personas quien quiero y estimo y con ella a todos aquellos seres humanos que día tras día de enfrentan cara a cara con sus peores demonios y debilidades. Hay batallas que en inicio no se eligen, pero de una forma o de otra debemos darle la cara porque definitivamente son fruto de nuestras consecuencias. Lo grande estriba es que podamos darnos cuenta que solamente través de una mano divina y misericordiosa podemos ver nuestras situaciones y decidir luchar contra ellas para evitar quedarnos siendo esclavos de sus peores garras. No dejemos de ofrecerle toda la gloria de cada lucha ganada porque con su presencia nada sería posible. Gracias Señor por espichar oraciones y derribar muros que parecen imposibles.