Entrevista:
Entrevista con Mónica Estévez y Flor Vargas sobre el Divorcio: despedirme emocionalmente de la pareja para continuar la vida.
Tenemos que desmitificar que el otro siempre tiene la culpa, lo cual es lo que común mente hacemos. La responsabilidad está muy enfocada, en un primer momento o con mucha regularidad, en que uno de los dos solo puede ver sus necesidades, lo que le impide conectarse con el otro porque solo se queda pidiendo y no dando. Esto resulta en una descompensación y desbalanceo.
La no disponibilidad de la pareja impide ver las necesidades del otro porque están muy entregados a su propio proyecto. Entre los grandes retos del matrimonio está encontrar las necesidades que de verdad el otro da y las que uno trae al matrimonio que no la va a dar el compañero sino que la tiene que llenar uno mismo. Es decir, además de buscar complemento en la pareja uno mismo tiene que complementarse.
Otra de los factores que genera resistencia es el no poder tomar a la familia de la pareja. Por el contrario, otro caso, cuando la pareja se involucra tanto en la familia que sustituye a uno de los miembros de la familia. Esto puede generar que el rol de pareja se convierta en rol de hermandad.
La relación de pareja es compartir la alegría, proyecto de vida, deseo de vivir y criterios. Cuando la alegría de la relación se da cuando el otro hace cosas, inmediatamente ahí hay una carga hacia el otro. Esto se da en la etapa de enamoramiento y relaciones de corto plazo mas no en las de largo plazo.
En el matrimonio hay cargas que compartimos. Esas cargas debemos de decidir si las hacemos de una manera proactiva o reactiva. Esto nos lleva a un conglomerado de cuando somos evitativos, propio de la energía femenina, es decir, no quiero que esto vuelva a pasar, reparo. O, por el otro lado, masculina, la cual es confrontativa, es decir, resuelvo, lo hacemos rápido y aquí lo confrontamos y repetimos porque así se hace y así queda hecho. En el matrimonio hay situaciones que van a llegar y debemos de saber si lo hacemos desde el reparar y el evitar que ocurran o el volvemos y lo repetimos.
Existen relaciones en las cuales uno siempre necesitan tener la razón. Son el tipo de gente que son perseguidores permanentemente de lo que el otro tiene que hacer y como tiene que hacer las cosas. Estas acciones anulan a la pareja y esta a su vez siente que tiene que irse.
Otro caso es cuando las personas viven desde el punto de vista de que todo esta bien. Se manejan de manera ciega el dolor que tiene el otro.
Los factores mencionados en párrafos anteriores corresponden a la etapa número uno. Cuando logramos asumir la etapa uno, va a venir necesariamente la segunda que es la vulnerabilidad emocional. De aquí en adelante vienen los sentimiento y con ello el dolor. El dolor forma parte de la recuperación. Siendo así, esta etapa es crucial porque la persona tiene la oportunidad de repararse.
La vulnerabilidad es el estado desprotección por carencias, inseguridades o pérdidas que regularmente nos expone y nos deja sin un código de como responder. En adición, la vulnerabilidad es un espacio para poder sentir, darse la tarea de aprovechar esa oportunidad donde tus defensas están bajas y poder sentir. A los fines de poder llegar a un estado de madurez.
Superada la etapa dos, entrar la tres que es la posibilidad de sentir bien estar y relacionarte desde otro tipo de atracción. El desarrollo de esta etapa supone encontrar que quieres hacer con tu vida que no haz hecho. En adición, la persona tiene que aprender a comunicarse de manera efectiva, porque cuando se hace el rompimiento se requiere el doble de empatía con los hijos y con el que se fue para evitar que se levanten constantemente los focos de conflicto. Por último, todo cierre termina con la gratitud, a los hijos y a lo aprendido.
Frases finales: "Para llenarse de alegría hay que vaciarse primero del dolor y del enojo, por lo que es necesario ser compasivos, amables, indulgentes con nosotros mismos, ya que, es una virtud que vamos a tener que aprender y educar cada día para recuperar esa alegría".
"El marido llegó con su Padre y le dice:
– ¡Papá, no aguanto más a mi esposa, quiero matarla, pero tengo miedo que me descubran! ¿Me puedes ayudar?
A lo que su Papá respondió:
– Claro que sí hijo, pero tendrás que hacer las paces con ella para que nadie desconfié de ti cuando ella muera. Debes cuidar de ella muy bien, ser gentil, agradecido, paciente, cariñoso, menos egoísta, retribuir siempre, escuchar más. ¿Ves este frasco aquí? todos los días colocaras un poco de este polvo en su comida. Así de a pocos ella ira muriendo.
Pasados 30 días el hijo volvió y le dijo a su Padre:
– ¡No quiero más que muera! Pase a amarla... ¿y ahora? ¿como hago para cortar el efecto del veneno?
El Padre entonces le respondió:
– ¡No te preocupes! Lo que yo te di fue polvo de arroz. Ella no va a morir, ¡pues el veneno estaba en ti!
Cuando alimentamos rencores, morimos de a pocos. Es necesario que podamos hacer las paces con nosotros mismos y con quienes nos han ofendido. Que podamos tratar a los otros como nos gustaría ser tratados. Que podamos tener la iniciativa de amar, de dar, de entregarnos, de servir.. Y no sólo de querer ganar, de ser servidos, de sacar ventaja de explotar al otro".