Las palabras son semillas que en su momento germinarán, su contenido provee un inconmensurable potencial de éxito y también de grandes sueños con inmensas posibilidades. No olvides que cuando la palabra fue dicha, ¡el universo fue creado! Pero, ¿qué tal cuando hablamos la Palabra de Dios, sus puntuales promesas para darnos toda riqueza y abundancia? Son dones otorgados por un Padre abundante en bondad, proveedor omnipotente y siempre fiel. Y sabemos “que el cielo y la tierra pasarán, pero Su Palabra no pasará” Marcos 13:31-32, y que son “espíritu y vida”. No las tomes a la ligera, ¡vida y muerte provienen de su fuente! No son hojas que lleva el viento, son verdad inmutable para un mundo incierto. ¡Hablar coherentemente es cosa de gente inteligente!". (Cosme).
Alguien me preguntó hace tiempo el por qué de la reflexiones. Le dije que no tenia un por qué sino un para qué. Tenia un fin y motivo, no un final. Tenia una meta, no un cuestionamiento. Le dije a esa persona, que hace tiempo hice una promesa a quien no le puedes fallar, ni mentir, como bien podemos y hacemos con nuestros semejantes. Es llevar su mensaje y palabra a otros que en un momento dado me sucedió a mi y de tanta ayuda fue.
No me creo puro ni portador de la verdad, sino simplemente busco que de muchos que les pueda llegar, algo quedé en bien de una persona que lo requiera. La envío con todo el corazón y deseo de que así suceda. Muchas veces quien requiere esas palabras es quien las escribe y es una forma de seguir reconociendo el poder de Dios y su promesa para quien en Él confía. Gracias Señor y ojalá este me mensaje sea de bendición, dicha, y fortaleza para quien lo esté necesitando. Gracias por un nuevo amanecer lleno de esperanzas.
