Dijo John Maxwell: “El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie, mientras que el líder arregla las velas”. Y certeramente un líder es quien reconoce tener un propósito, que dará sentido a su destino y que Dios, su autor, es quien le acompañará en su ruta, pero su profunda determinación es lo que le llevará a alcanzarlo. Cuando una barca zarpa conoce perfectamente el trayecto de los vientos, no obstante, la colocación de las velas es lo que traza el rumbo.
En las profundidades de esta vida se encuentran las fuentes que robustecen nuestra fe, en el mar no hay sendero, ni rastro ni puente, excepto aquel que estampa el trayecto de la luz. Su palabra es viento favorable bajo la luz de un claro amanecer".
Le decía a mi esposa ayer, que hay momentos y situaciones que no dependen ya de tu control o de lo que decidas hacer, cuando todo se ha intentado y se ha hecho, más que seguir adelante y no tirándose de bruces y sobretodo confiar y orar.
Hay guerras y obstáculos que se vencen con el esfuerzo común, tuyo, decidido, confiado, esperanzado y lleno de una fe que se ha labrado en el terreno de la adversidad y no se ha quebrado. Y la presencia en ti, de su gran amor en tu corazón. Sin embargo, lo que ocurre es que deseamos las cosas a nuestro modo y capricho y por eso el barco termina hundiéndose de forma calamitosa.
Debemos tener a propósito de este reflexión cuando la leí, la fe de la mujer cananea, que a pesar de saber su origen y que Jesús no era parte de sus dioses, mantuvo su fe ante el Hijo del Hombre y fue esa misma fuerza que la salvó junto a su hija.
A veces necesitamos más ser salvados por dentro que por fuera, porque lo último es solo un reflejo de lo que tenemos en el interior. Busca que en ti prime su fuerza y guía y no tu soberbia. Que tu fe sea real no solo circunstancial. Gracias Señor en nombre de aquellos que hemos sido testigos de ti ante lo imposible.
