La vida fuera más sencilla o es más simple de lo que parece ser. Lo que sucede es cuando nosotros mismos comenzamos a complicarla. Cuando comenzamos a permitir que la oscuridad sea lo único que veamos desde que nos levantarnos. Que la pregunta ideal ante lo que nos sucede, sea un por qué, como exigiéndole a la propia vida y hasta los demás, o hacerlos responsables. En vez de preguntarse el para qué estamos aquí o el para qué será aquello que estamos pasando o estamos experimentando.
De esta forma nos hacemos conscientes cuál es el propósito de Dios y no nuestra vanidad de que las cosas no se han dado como la teníamos en nuestra mente y eso nos ha dislocado los planes y las expectativas. A veces vivir de esquemas se sufre porque no todo es como lo hemos creado en la mente. La felicidad primera está en cómo la concebimos y qué tenemos nosotros por dentro que le estamos dando la fuerza para que domine en nosotros. Por eso la vida puede ser muy simple, dependiendo cómo deseamos asumirla y verla, qué podemos hacer ante las cosas sencillas. Nosotros mismos podemos crear nuestro camino hacia la paz o permitirnos vivir en un infierno. Qué queremos para nosotros en nuestros corazones y qué deseamos tener en cada amanecer, ojala sea, tener esperanzas, agradecer y no dejar escapar nuestra fe en Dios.
