Toda sociedad pequeña o grande, sea desde la familia, o comunidad, se aprende y se desarrolla por el buen ejemplo. Eso es que lo que debería estar sucediendo en nuestro medio, basado en los buenos valores de respeto y de bien. Sin embargo, lo que hoy están primando son los antivalores.
Si queremos realmente exigir a aquellos que son nuestros gobernantes y la clase política nacional, somos los gobernados quienes debemos comenzar, no solo a exigir de forma organizada y aglutinada, sino también a brindar buenos modelos basadas en las acciones individuales y grupales.
No es posible que como ciudadanos queramos demandar mejores comportamientos y conductas, pero, como individuos no somos capaces de respetar leyes de tránsito; respetar al vecino en su entorno con los parqueos o con el ruido; que no seamos violentos en nuestros hogares con nuestras compañeras e hijos; que no engañemos o estafemos a los demás; en fin, si se quieren mejores cosas en nuestro entorno, debemos comenzar a pensar y a preguntarnos, ¿qué estamos haciendo nosotros como individuos para cambiar el entorno donde vivo, laboro o me relaciono. Es como tener la calidad para exigir con lo que hacemos.
Para que los propios actores políticos comiencen a respetar el deseo y aspiración del pueblo, se debe seguir ahondando en la exigencia, pero también, sepan que todo un pueblo decidido y dispuesto a brindar mejores y mayores patrones, que aquellos que ofrecen pero no cumplen.
Debemos estar dispuestos, desde nuestro rol, en asumir posiciones que sean coherentes con nuestras exigencias a los que hoy ostenta y han ostentado el poder.
Estamos necesitados de buenas acciones. Están ahí en cada mujer y hombre de trabajo de esta tierra, lo que hace falta es que sean resaltados y reconocidos, para que pueda disminuirse los malos parámetros que hoy tenemos.