"No te preocupes por nada, pues nada hay que Dios no pueda solucionar. Esos supuestos "errores" que Él permitió, son realmente un abre ojos".(Cosme).
A veces le imprimimos más fuerza a la posibilidad de que las cosas no ocurran. Le damos puerta abierta a pensar y a repetirnos en voz alta a las preocupaciones y lo que no podemos llevar a cabo o a lo que son los problemas sin las soluciones. Nos quejamos si estamos de una forma, pero también nos quejamos si estamos de otra. Siempre lo he dicho, la queja solo sirve a lo sumo para desahogo del momento y sacar alguna rabia contenida, pero más nada, luego nos toca llevar a cabo y hacer lo indecible por resolver.
Hay veces que esas mismas quejas nos traen más inconvenientes, como diciéndonos: "te gusta la sopa ahí te mandó más por debajo de la puerta". Hasta que aprendamos a valorar lo que hemos obtenido, pero no hemos tenido ni el tiempo para verlo. Hasta que podamos ver que luchando una y otra vez es que se consigue, si fácil fuera, los sueño no fueran anhelos y bujía de inspiración para quienes tienen la locura de no rendirse ante los obstáculos.
Por qué no detenernos un poco en esa carrera rápida que llevamos y analizamos dónde estamos mal, qué debemos corregir o enmendar; qué debemos aprender que aún no hemos notado. Si lo piensas un poco, mira y dime si antes no te habías quejado de lo contrario a lo que tienes o eres hoy, ¿cuándo fue la última vez que agradeciste? Deja entrar y deja salir, pero quédate con la enseñanza. Como decía una frase que coloqué en Instagram, que decía más o menos: "las preocupaciones no quitan el problema de mañana, sino las fuerzas de hoy". Es válido desahogarse, pero luego de eso, enfócate y dale más oportunidad a la fe que dices tener y a Dios a quien tanto le reclamas.