Uno se preocupa por cosas que luego resultan que son sandeces ante otras. A veces solamente tenemos el corazón dispuesto y preparado para la preocupación y la angustia. Olvidamos o al menos no le damos la fuerza y convencimiento, de que cuando no dejamos de lado a Dios y tenerlo presente siempre, las bendiciones no dejarán de llegar ni estar a nuestro alrededor. Nuestra fortaleza es más fuerte cuando alejamos dudas y acercamos el espíritu del Todopoderoso a nosotros y cada cosa que hacemos.