Tu vida no termina con una crisis, ni en tu peor momento, o sufriendo tu mayor dolor... terminará cuando acabe tu propósito, por tanto, ¡vívela con fe audaz!
Ella romperá lo que te detiene, moverá lo que te desvía, desalojará lo que te desalienta y distrae.
Porque la existencia que no se alimenta de fe, esperanza y amor, carga el sobrepeso de la sinrazón, divaga hambrienta de esperanza, exhibe musculatura de camuflaje y se ejercita sin la proteína de la plenitud.
No caigas en la trampa de escupir el bocado eterno por darle un mordisco a la ingesta chatarra de temporada. Ingiere lo genuino, saborea la felicidad sin truco, comprende que vivir es un regalo, ¡vivir bien un premio, vivir sabiamente un privilegio y vivir justamente una bendición!". (Cosme).
Buen día de inicio de semana. Cuando tenemos situaciones que sobrepasan los límites a lo que estamos acostumbrados y por lo regular se asume la puerta de la desesperación o la prisa. Esa desesperación puede ser de diversas modalidades pero los resultados o finales resultan ser graves de por si. Ese estado nos lleva a tomar de la mano, aquello que por lo regular compromete muchas cosas. A veces hay personas que no se ponen límites a los deseos. O no se oponen a los desvaríos de ser insaciables o quieren tener la vida de otros. Esa desesperación también pone en juego mantenernos en vida con fuerza y asumiendo con valor los obstáculos que ponen a prueba nuestro carácter y consistencia. Es ahí donde más requerimos de la fe y no renunciar a ella. Ha habido momentos de la historia en que a los hombres se les obligaba para que dejaran de lado su amor por la fuerza de la fe o para que entraran a otra. Es algo que dependerá de que tu relación con Dios no sea debilitada ni hecha ausente. Dependerá de ti si ante los obstáculos cualquiera, decides abandonarlo a El y tomar el sendero que pongan las cosas al límite de no regreso o decides seguir confiando y seguir abrazado a lo que Dios tiene planeado.